miércoles, 16 de marzo de 2011

Balada triste bajo la lluvia

El pasado 13 de Febrero se celebró el 25 aniversario de los Premios Goya. Ángeles Sinde, (rebautizada como “Sindemocracia” por su brillante idea de censurar las páginas web de descargas online) apareció agarrada del brazo del ya ex-director de la academia de Cine: Álex de la Iglesia. El lenguaje no verbal habló en esta ocasión con mayor elocuencia que las sonrisas falsas de la ministra: Álex no soltó su brazo, pero estaba en tensión, incómodo. Algo lógico cuando su acompañante estaba recibiendo constantes abucheos mientras posaba ante la cámara. Días antes, Álex había anunciado su dimisión como director a través de twitter, pero, a petición de la ministra, asistió desempeñando un papel al que ya había renunciado. Icíar Bolláin, vicepresidenta de la academia de Cine, se situaba como la primera opción para relevar al director de "El día de la bestia" e iniciar el liderazgo de la academia cuando los focos de la gala se apagasen y el teatro hubiese terminado. Y no me refiero al lugar de los premios.

Cuatro películas lucharon por el galardón: "Buried", de Rodrigo Cortés; "Pa negre", de Agustí Villaronga; "Balada Triste de trompeta", de Álex de la Iglesia, y "También la lluvia", de Icíar Bolláin. La controversia estaba servida: la decisión no se reducía a entregar una estatuilla y despedirse hasta el 2012, como dio a entender el presentador de la gala, Andreu Buenafuente, que tras bajar con un arnés al escenario preguntó a Ángeles si el descenso podía considerarse "una descarga legal". El 25 aniversario de los Goya se convirtió en un combate cuyo principal espectador fue la ministra Sinde: Ex-director de la academia versus la nueva posible directora, tratando de salvar las distancias en cuanto las cuestiones políticas o los desacuerdos y limitándose a premiar la calidad de una u otra película. A juzgar por el resultado final, no hubo suerte.

Sin dudar de la calidad de "Pa negre", ganadora final de la estatuilla, y bajo mi punto de vista una muy buena película argumental y técnicamente hablando, cabe preguntarse si no tuvo nada que ver la autoría de las otras películas con el fallo del jurado. Dar el premio a Álex equivalía premiar el abandono de la academia de Cine, y además, un abandono llevado a cabo de forma repentina y por cauces no oficiales: a través de una red social. Por otro lado, premiar a Icíar habría significado posicionarse de forma muy clara a un lado del ring, dar el golpe de gracia final a un Álex de la Iglesia que reniega de una ley que, aunque censure cientos de páginas, no logrará que las salas de cine se llenen. Evidentemente, la decisión final se debió también a que el un jurado, al igual que el resto de años, buscaba premiar a la que considerase como la mejor película del año. Pero tal vez su punto de vista hubiese sido muy distinto sin tanta censura y tanta Sindemocracia de por medio.

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